Estaba medio desnudo disfrutando de la luz de las tres lunas que aquella noche coincidieron en su plenitud y belleza. El resto del universo resplandecía alrededor.
Al verme se puso en pie, vino hacia mí y me abrazó. Sentí confusión y alegría, añoranza de ese pasado tan distorsionadamente presente. Me sonrió, y tras besarme dulce y apasionadamente, me dijo: “Hacía tiempo que te esperaba aquí en la playa, no has tardado demasiado, gracias por venir a verme, me haces muy feliz.”.
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