viernes, 31 de mayo de 2013

El susurro del escritor

El susurro de tu voz quisiera yo oír para poder volver a imaginar tu mágica existencia. El duende me ha fallado, se me agitan las ideas en la cabeza pero no quiere salir ninguna. Ahí se quedan, al borde del abismo, mirando al fondo del papel en blanco, como si de un despeñaperros se tratase, sin atreverse a saltar y manchar de negro la pantalla. El inmaculado escritorio parece el quirófano del escritor, todo en orden, limpio y seco. Ningún tipo de distracción merece ser transmitida al viejo mundo de los sensorios.  El silencio se rompe de vez en cuando por el estertor del vacío.  La luna es hoy un satélite blanquecino, una lumbre de la noche que guía con su resplandor los sueños del más despierto, del que empieza a trabajar con las palabras que dicta la población dormida.

De pronto todo se apaga y una voz interna guía los pasos de los dedos a través de las teclas que van descifrando los sonidos que se producen en el interior de la mente. Con esperanza y un poco de suerte caen sobre la pantalla, una a una, las letras que se van juntando para formar palabras que toman sentido tan sólo cuando se entrelazan en el baile del lenguaje, danzando al son de las vocales que se columpian por entre las consonantes deslizándose por el tobogan del ente pensante.



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