martes, 7 de mayo de 2013

Ocultación de las pleyades por la luna

La música suena a mi alrededor y anima a que me sincere pues crea en el ambiente la protección del ruido cotidiano que distrae mi atención hacia ti. No va a ser fácil escribir lo que siento, aunque no hay nada más sencillo que dejar que me invada lo que tú me haces sentir. Ah!... mas ponerle verbo a este sentimiento quisiera yo, sin despertar en tí el más mínimo recelo...

Menos mal que hoy sí que hay luna. A la mente me viene aquel día en que me mostraste la luna llena y me la serviste en bandeja de plata humilde y cordobesa. El sabor de su  resplandor lo recuerdo cual imagen digestiva, como de un dulce caramelo lleno de cráteres rocosos de explosivo paladar. Nunca antes había visto la luna, nunca antes me fijé en ella, pero a partir de entonces su presencia y el brillo e tus ojos van juntos surcando el cielo en busca de infinitas formas de estrellas, nubes gaseosas, planetas, galaxias y todo lo que el vasto universo nos puede ofrecer.


 La noche  cae ante la ventana y las luces de la ciudad no me dejan ver las estrellas que un día descubrí contigo;  en el evo de tu memória se me presenta Orión con su citurón y las pléyades como bosques de humo meciendo estrellas azules recién nacidas.




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